El pastor alemán
fue domesticado para trabajar en funciones de pastoreo de animales de
producción y vigilancia. En la finca que
teníamos en Argentina vivián con
nosotros once pastores alemanes: Brigitte, Karen, Capitán, Shambala, Ché,
Negro, Flauta, Lobo, Loba, Tholpach, Honda (de algunos de ellos ya he hablado
aquí). Por las mañanas (desde las 9 a las
12 del mediodía) me acompañaban cuatro para las tareas del cuidado de las vacas (100 –
150 aproximadamente). Los perros no dejaban que las vacas se dispersaran,
bastaba con que yo hiciera un gesto con la mano para que mis perros supieran
que tenían que ir a buscar a la vaca descarriada; o iba yo a buscarla con uno
de ellos y los demás se quedaban tranquilos cuidando del resto del ganado donde
estaban pastoreando. Cuando yo no estaba, mi abuela salía con las vacas y Capitán,
haciendo honor a su nombre, tomaba mi lugar,
era el líder de la manada (dicho por mi abuela). Cuando llamábamos a Capitán
por la mañana para salir los otros tres sabían que había trabajo y
automáticamente se levantaban y le seguían, los demás se quedaban tranquilos en
casa (a no ser que los llamáramos).

Cuando Honda o
Karen tenía crías la única persona que podía entran en la cucha (caseta) era yo.
Amo a todos los
animales, en especial a los perros y mis
preferidos son los pastores alemanes. Mi vida con ellos es uno de mis mejores
recuerdos. Lo que aprendía de ellos es que muy compañeros, dóciles, afectivos y
protectores en el entorno familiar. Tienen un carácter muy especial, acogen a
los recién llegados a la manada. El Negro llegó con dos años y enseguida
Capitán le enseñó las reglas de la manada y su integración no fue problemática
para nosotros. Estos perros nos facilitaron la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario